Estadio River Plate
Es nuestra casa. Una casa gigantesca en la que gritamos, nos emocionamos, lloramos y nos abrazamos a miles de desconocidos para festejar un gol agónico. En cada uno de sus rincones se esconden incontables historias: algunas populares y públicas; otras secretas y privadas. Goles electrizantes, vueltas olímpicas, jugadas memorables, aniversarios, partidos inolvidables. En definitiva, el Monumental es sinónimo de incalculables recuerdos que guardaremos por siempre en nuestros corazones.
Visitantes de todo el planeta viajan miles de kilómetros sólo para tocar sus muros, como si se tratase de un templo. Pero ello no sorprende: después de todo, el Monumental es una de las mecas del fútbol mundial y en sus gradas se reúnen todas las semanas, desde hace más de 75 años, miles de feligreses para celebrar la fiesta del fútbol.
El gigante de cemento —que forma parte indiscutible de la geografía de la ciudad— es, también, una escultura viviente. En sus entrañas, el Club late y respira. En los vestuarios, en la piscina olímpica, en las cafeterías, en las salas rebalsadas de trofeos, en los salones decorados con murales de Benito Quinquela Martín —que representan los primeros años del Club en el barrio de la Boca—. El Monumental es una obra maestra de la ingeniería, de la arquitectura… una obra maestra del arte. Y es nuestro preciado hogar.
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